el d_efecto barroco: políticas de la imagen hispana

Icono

El Vaticano y el arte contemporáneo

El filósofo chileno Sergio Rojas me remite la siguiente entrevista al responsable de cultura vaticano, en la que explica la nueva estrategia eclesiástica respecto al arte contemporáneo:

El Vaticano a la Bienal de Venecia

Entrevista a Gianfranco Ravasi, Ministro de cultura del Vaticano

Publicada en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung
Por Ute Diehl

Mármol color gris es el que domina en la frugal sala de recepción de Gianfranco Ravasi. Las oficinas del ministro de Cultura del Vaticano se ubican en la monumental Via della Conciliazione, la cual fue mandada a construir por Mussolini para que atravesara el Borgo hacia la Catedral de San Pedro. Aunque por motivos de oficio tiene pocas necesidades, este clérigo sí hecha de menos su bella sala de estudios en la Biblioteca Ambrosiana, justo al lado de la Pinacoteca.

-Apenas llegó al cargo de Ministro de Cultura del Vaticano, sorprendió con una idea poco común. Usted quiere erigir para la Bienal de Venecia de 2009 un pabellón para el Vaticano. ¿Cómo llegó a esta idea?

El arte contemporáneo apenas ha sido considerado por la Iglesia Católica. Más bien se ha concentrado en la arquitectura. Pero en todo caso, la lista de desvaríos arquitectónicos entre las construcciones sacras modernas es bastante larga. Con el arte contemporáneo ni siquiera ha comenzado el debate. Ello por no mencionar a la música seria de carácter moderno, la cual ha sido completamente dejada de lado. Sueño con que la Santa Sede encuentre en Venecia un lugar en el que pueda iniciar, ante el público internacional, un diálogo con el arte contemporáneo.

– Bastante atrevido. Usted podría llegar a estar en medio de un campo de tiro… a los artistas les gusta provocar una y otra vez al clero.

Tengo bastante claro en lo que me estoy metiendo. Es completamente concebible que en el momento en que expongamos, se vea en algún lugar cercano a una Madonna que llore esperma, como hace poco en Bologna, o una escena de la última con jóvenes masturbándose, como ahora en Viena, la cual hay que advertir fue dibujada por un artista de gran calidad, Alfred Hrdlicka. Lo cierto es que hoy en día hay de todo para todos.

– ¿En qué parte de Venecia hará su aparición el Vaticano?

Eso todavía no se ha decidido. Hemos recibido una serie de ofertas, las cuales todavía tengo que analizar. El presidente de la Bienal, Paolo Baratta, está muy interesado en nuestra participación. Mediante un pabellón del Vaticano, la Bienal podría ganar bastante en actividad internacional. Baratta podría albergarnos en alguna parte del recinto de L’Arsenale. La facultad de arquitectura de la Universidad de Venecia nos ha ofrecida algunas de sus instalaciones más grandes que están repartidas por la ciudad. El Patriarcado de Venecia pondría a nuestra disposición una serie de iglesias, las cuales hoy en día sólo se pueden visitar mediante el pago de una entrada. También nos ha inivtado la Fondazione Cini en la Isola Maggiore, fascinante. Personalmente, había pensado en los viejos edificios de cofradías activas que existen en Venecia. Estos están ricamente ornamentados con frescos, y así sería posible la confrontación –que yo prefiero- entre herencia artística y producción contemporánea.

-La denominación de Pabellón del Vaticano llama al engaño, puesto que seguramente no se trata de una presentación nacional de arte proveniente del Estado del Vaticano. ¿Qué es lo que mostrarán? ¿Arte católico o arte que, en un sentido general, trasmita espiritualidad?

Todavía no he trabajado en un proyecto concreto. En ningún caso el aporte del Vaticano debería ser entendido como una “contra” Bienal. Quizás proponga un tema e invite a artistas internacionales para que lo trabajen. El tema podría ser un texto bíblico o un símbolo como “agua” o un tema espiritual muy amplio. Naturalmente debería existir una relación con la cristiandad. La Iglesia es, después de todo, una portadora de cultura y no sólo una asociación caritativa. En ningún caso estableceré una competencia. Esto siempre viene acompañado de cosas terribles. Un artista es apoyado por un Cardenal, el otro por un político. Existe presión de todos lados y al final ya no se sabe que es lo que se está eligiendo. Desde que tuve esta idea de la Bienal, fui inundado de consultas. Los artistas son los que se acercan y siempre son los de la peor especie: estética de la emoción y del sentimiento. Incluso me envían pequeños modelos de esculturas. Quisiera decirles a todos ellos: “¡Por favor, no se presenten!” Seré yo mismo quien salga a buscar.

– Ya en el barroco se produjo un Kitsch religioso. En esa época, el arte debía servir a la Iglesia y tenía que seguir un esquema iconográfico. Y a pesar de todas las limitaciones fue posible la genialidad sin reparos de un Caravaggio. Cuando hoy en día la Iglesia realiza encargos, por lo general sólo se obtienen resultados mediocres. ¿Por qué?

Los artistas piensan demasiado en qué es lo que le agradaría a la Iglesia. Nada bueno puede salir de eso. Una obra débil, sin embargo, habla mucho más de quien realizó el encargo que del artista. Hasta ahora, como obispo, nunca he realizado encargos. Pero en algún deseo hacerlo. Espero que me resulte. El arte contemporáneo debe estar presente en los nuevos espacios de las iglesias. Soy amigo de algunos arquitectos como Mario Botta, y conozco muy bien a Renzo Piano, Tadao Ando y Alvaro Siza. Por lo general, construyen espacios bellos. Pero estos espacios los quieren para ellos. No quieren en absoluto trabajar en conjunto con otros artistas. La instalación del espacio sagrado es algo que se le deja al párroco, quien instala un altar horrible y una figura de la Madonna de pésima calidad. Ni siquiera somos capaces de generar lugares de culto nuevos y convincentes.

-¿Juega el arte un papel en la formación de sacerdotes?

La más Antigua de las universidades papales en Roma, la Gregoriana, integró desde hace muchos años la historia del arte en su programa de estudios. La Universidad Papal Regina Apostolorum ofrece desde hace poco una maestría en Historia del Arte e Historia de la Construcción de Iglesias Contemporánea. Nosotros tenemos que preservar la herencia artística y en algún momento llegaremos al presente.

– La conferencia episcopal italiana acaba de publicar una nueva edición del Lezionario. Este texto de lecturas de varios tomos, que litúrgicamente reemplaza a la Biblia, hasta ahora contenía ilustraciones de miniaturas medievales. Usted fue partidario de una configuración gráfica moderna. Se les encargaron ilustraciones a 30 artistas contemporáneos, el resultado es bastante decepcionante.

Sí, el nuevo Leccionario está gráficamente mal logrado. Se escogieron a artistas que son “cercanos a la Iglesia”, sea lo que esto quiera decir. No hubo coraje para rechazar a ciertos artistas. Entre ellos hay artistas destacados, como Sandro Chia o Mimmo Paladino, pero cuyas contribuciones no tienen inspiración. El leccionario está ordenado por distintos bloques de texto, que atañen a los días festivos del año eclesial. Los distintos capítulos requieren una cierta cerrazón estilística. En ves de ello, tenemos una mezcla de dibujos abstractos, medio abstractos y figurativos. Se renunció a tener esquemas de composición. Realmente, bregué mucho por este nuevo Leccionario. Y esto es lo que resultó de ello: arte decorativo muy anodino. Si uno piensa en la ilustración cristiana y su tremendo significación para la producción artística en general… pero bueno no sigamos hablando más de ello.

– Por suerte, el Leccionario está pensado sólo para el uso al interior de la Iglesia. Sólo el sacerdote lo ve. .

No, no. Este texto debe estar en púlpito y ser visto por los creyentes.

– La liturgia cristiana ya no alienta abiertamente la capacidad de creación artística. ¿Existe también una crisis de la iconografía cristiana?

Tenemos un gran problema con el lenguaje. ¿Qué lenguaje debemos hablar? Hoy en día, las palabras parecen estar todas gastadas o inutilizables. Pero quien no tiene una legua viva, no puede llevar a cabo un diálogo. La Iglesia está muy encerrada en sí misma. Tiene un cierto temor de introducirse en el mundo de la razón. Incluso el lenguaje de los símbolos ha perdido su fuerza. Uno no les puede ordenar algo a los artistas, pero hoy en día veo dos cosas que evitan, las que en el pasado tuvieron gran significación. Ya no se busca la belleza estética. Por el contrario, se quiere lo no estético. Y los artistas descartan, quizás por temor, las preguntas últimas, las preguntas sobre lo divino, la trascendencia. Además, hoy ya no existe sentido de culpa. Sin el sentido de la culpa no sería pensable la obra completa de Dostoievski. Las grandes religiones tienen esa tarea. Tienen que recordarles a los hombres los asuntos metafísicos. El arte nunca dejó de acoger los grandes temas. Pero quizás sea más bien la Iglesia la que ha perdido el contacto con la creatividad. Por ejemplo, en los años ’60, la Iglesia podría haber adquirido la “Crucifixión” de Joseph Beuys. Eso habría sido una gran señal. Dos botellas vacías, que algunas tuvieron sangre, un poco de alambre y madera. Ese grupo de la crucifixión pertenece a un espacio sagrado, no a un museo. Además, existe una larga lista de exposiciones, con títulos como “Ver a Dios”, “Choosing my Religión”, “Asunto de fe” o “God & Goods”, que han mostrado que la religión está presente en una sociedad secularizada.

-¿Por qué la Iglesia no compra arte?

No quiero demonizar al mercado. En el pasado, grandes príncipes de la Iglesia hacían tratos con el arte. Es completamente posible que en lo futuro exista arte cristiano contemporáneo que tenga un mercado. El problema está en que nadie se atreve a hablar sobre estos asuntos. Pero uno sabe cuánto cuestan las nuevas construcciones de iglesias. Muchas las conferencias episcopales realizan encargos sin entregar medidas precisas. Uno podría ahorrar en costos de construcción e invertir más en arte contemporáneo.

– ¿Hay algún artista especialmente apreciado por usted?

Arnaldo Pomodoro. Soy amigo de él.

-Su arte no es precisamente el más moderno.

Es cierto. El ya es un clásico. Me gusta Jannis Kounellis. Me parece que esas ventanas de píxeles de Gerhard Richter se ven bien en la Catedral de Colonia. Por cierto todavía no las he visto en persona.

-¿No podría El Vaticano otorgar un premio artístico en Venecia?

Sí, he pensado en ello. Así como la Bienal otorga el León de Oro. En este caso, instauraría una comisión de críticos internacionales y junto con ellos realizar la elección. En términos estéticos, la Iglesia quiere ser tomada en serio fuera de sus muros. La exposición del Vaticano en la Bienal podría ser un modelo para el mundo católico.

– El Louvre presenta ahora por primera vez las obras de un artista vivo, Jan Fabre. ¿Sería eso también posible en los museos vaticanos?

Sí, completamente. Los museos tienen un nuevo director, Antonio Paolucci. Con él se podría algo así. El ex director, Francesco Buranelli, es ahora secretario de la Comisión de Bienes Culturales y es mi estrecho asesor en asuntos artísticos. Constantemente tengo nuevas ideas, pero mis planes por lo general fracasan pronto en la prueba de la realidad.

Filed under: el (d)efecto barroco, políticas de la imagen

Deja un comentario

Acerca de este blog

El d_efecto barroco. Políticas de la imagen hispana: un proyecto de investigación sobre el mito barroco en el relato de lo hispano, iniciado en 2004
Exposición y catálogo/DVD en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), 2010-2011; Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, Ecuador, 2011-2012
La memoria administrada. El barroco y lo hispano, Katz, 2011

Coordinación general: Jorge Luis Marzo y Tere Badia